Como lo revelan los últimos comicios generales de 2007, la democratización guatemalteca se encuentra enfrascada en una serie de paradojas y de dilemas. Indudablemente, la transición desde el autoritarismo hacia un régimen más abierto y plural contribuyó a pacificar la política, después de 36 años de guerra interna. Sin embargo, siguen prevaleciendo muchas continuidades que han limitado sus alcances desde 1985, entre ellas un exacerbado personalismo en política, una insólita atomización partidista, un importante abstencionismo y una impresionante volatilidad del voto. Estas piezas, que a primera vista configuran una suerte de rompecabezas electoral, no están totalmente desarticuladas cuando se estudian desde una perspectiva local, pero carecen de dinámicas estructuradas e integradas en el nivel nacional. ¿Para qué sirven las elecciones en Guatemala? ¿Acaso pueden éstas "funcionar" de una manera "democrática" en la ausencia de un Estado de derecho, con instituciones deficientes y desacreditadas, con un sistema de partidos "pulverizado" y con una ciudadanía pasiva, despolitizada y desmovilizada, desarticulada e incompleta? Español