Para consultar la obra impresa véase: C/305.872 I5

La enorme riqueza de nuestro país obedece, en mayor parte, a la presencia y al patrimonio que hoy día tienen los grupos indígenas, herederos y trasmisores de la cultura de los antiguos pobladores del Continente, cuya permanencia —como ya apuntaba Bonfil Batalla en su México profundo— se debe a la capacidad de transformación de sus sistemas de prácticas y valores, los cuales recrean en su diario vivir. Si bien la identidad comunitaria y local, con derechos y obligaciones concretos, distingue a los pueblos indígenas entre sí, también la cercanía geográfica y su fortaleza activa permiten identificar rasgos comunes y su presencia viva en la nación mexicana. Español

Basta mirar un mapa de la República Mexicana con la distribución de los grupos etnolingüísticos o de las localidades predominantemente indígenas para darse cuenta de que la población indígena se extiende por casi la totalidad del país. De hecho, solamente en 30, de un total de 2 443 municipios, no se registra su presencia. Asimismo, ningún municipio es considerado totalmente indígena. Las relaciones que se establecen entre los municipios rebasan, con mucho, las de la simple vecindad o ubicación en un mismo territorio. De igual forma las condiciones sociales y económicas que afectan a la población indígena se extienden también a otros sectores de la sociedad, ya que son factores que obedecen a determinantes de macro nivel. Así, resulta innegable que muchas de las características que nos definen como nación no radican exclusivamente en compartir un “pasado indígena”. La vigencia de lo indígena se manifiesta en la pervivencia y la diversidad de los grupos indígenas, pero también, en muchas tradiciones, prácticas y valores que se comparten con la sociedad mexicana. Español